Lupita Rodríguez Martínez.-
La primera infancia, etapa vital del desarrollo que abarca desde el nacimiento hasta los 6 u 8 años de edad, es el periodo más significativo del ser humano, ya que en ella se estructuran la formación cerebral y las particularidades físicas, que en las sucesivas etapas de desarrollo se han de perfeccionar y consolidar y serán la base fundamental de toda una vida.
Esto se debe a múltiples factores, ya que durante esta edad la mayoría de las estructuras biopsicosociales se encuentran en pleno proceso de formación y maduración. Por ello, resulta esencial la estimulación que se pueda ejercer sobre dichas estructuras.
Por ser la primera infancia el momento crucial en la vida del ser humano, resultan determinantes la estimulación, la nutrición, el cuidado de la salud y la educación para el desarrollo, precisamente porque son acciones que influyen sobre las formaciones que están en fase de maduración.
En la actualidad estas tesis han sido aceptadas por una inmensa mayoría de especialistas en educación. Sin embargo, los conocimientos sobre las estructuras psicológicas y las funciones biológicas que están dadas genéticamente y lo que corresponde a las condiciones de vida no han sido difundidos ampliamente.
No obstante lo anterior, desde fines del Siglo pasado se comenzaron a valorar los resultados arrojados por múltiples investigaciones sobre las neurociencias (ciencias que estudian al sistema nervioso y al cerebro) y se empezó a cuestionar esta relación por los especialistas en educación que veían estos aspectos del neurodesarrollo como algo totalmente ajeno a su labor.
Empero, debido al desarrollo impetuoso de las neurociencias también se comenzó a establecer una relación multidisciplinaria entre ellas y las ciencias educativas, particularmente la psicología y la pedagogía y, desde todos estos campos específicos, se expanden a otras ramas que conciernen al desarrollo humano, tales como la nutrición y la salud, por señalar algunas e, incluso, convergen en ciencias que abordan un mismo proceso tomando en consideración ambos componentes del desarrollo humano, como es el caso de la neuropsicología y de la neuroeducación.
Todo lo anterior obliga al docente en su práctica educativa, así como a madres y padres en el hogar, a que tengan la imperiosa necesidad de estos conocimientos, que sin convertirlos en especialistas de las neurociencias puedan realizar una acción pedagógica efectiva y competente con sus sueños.
Es necesario divulgar y socializar todos estos nuevos conocimientos a través de un lenguaje sencillo y asequible para no expertos, como son las madres, los padres, los educadores, los comunicadores y los trabajadores de la salud, para demostrar que no se puede trabajar con la niñez sin conocer su relación con el neurodesarrollo a partir de una nueva ciencia que se integra en ambos aspectos: la neuroeducación.
Para todos quienes trabajamos con la primera infancia en los Centros de Desarrollo Infantil del Frente Popular “Tierra y Libertad”, el tener una base neurocientífica constituye un conocimiento indispensable. El desarrollo del cerebro es básico para armonizar las respuestas educativas con los sistemas naturales de aprendizaje del cerebro, pues este desarrollo cerebral que se da en las etapas tempranas de la vida es la base para la formación de las funciones cerebrales superiores en las siguientes etapas.
La atención, el cuidado y la educación de niñas y niños en los primeros años de vida, basadas en la educación armonizada con los sistemas naturales de aprendizaje del cerebro y con las áreas básicas del desarrollo humano, ahora más que nunca son importantes con el enfoque de las neurociencias, la psicología, la nutrición y la educación articuladas con la nueva disciplina que es la neuroeducación.
Educadores, investigadores, científicos, nutriólogos, psicólogos, padres y madres de familia, así como funcionarios públicos, entre muchos otros, cuya función y misión de trabajo es la salud y la educación integral de la niñez durante la primera infancia, tenemos en la neuroeducación una nueva aliada y su inclusión en planes y programas de estudio resulta ya muy pertinente.
Para lograr el desarrollo de nuestras sociedades es necesario mejorar la protección y la educación de la primera infancia, especialmente para la niñez más vulnerable y desfavorecida, pero ahora a través de la neuroeducación
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