Lupita Rodríguez
A 71 años de la conquista del derecho-deber de votar y ser votadas, la simbólica fecha del 17 de octubre de 1953 se convierte ahora en un hito histórico tras la elección de la primera Presidenta de México.
La arrolladora victoria popular de Claudia Sheinbaum Pardo, quien no llega sola, pues llegamos todas, es resultado de décadas de lucha de las mujeres que se enfrentaron a un sistema patriarcal, profundamente arraigado por la nefasta cultura ‘machista’ del sistema capitalista neoliberal.
Por ello, el día que se consagró la igualdad de las mujeres frente a los hombres en el derecho político del sufragio universal, libre y secreto, es una fecha trascendental para las mexicanas.
El actual Artículo 35 de la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos, ya no solamente dispone que son derechos de las ciudadanas el votar en elecciones populares, sino también el poder ser votadas en condiciones de paridad para todos los cargos de elección popular.
Establece además el derecho de solicitar el registro como candidatas de partidos políticos o como ciudadanas independientes ante la autoridad electoral, siempre y cuando se cumpla con los requisitos, condiciones y términos que determine la legislación electoral.
Antes, durante y después del 17 de octubre de 1953 encontramos el sacrificio de miles de mujeres para transformar la adversa realidad de la mujer en la política mexicana, así como el esfuerzo colectivo para impulsar una agenda feminista en México.
La conquista del voto y la victoria presidencial es causa y consecuencia de la larga y ardua lucha del movimiento feminista, cuyas activistas pioneras desafiaron el orden establecido en distintos países y comenzaron sus propias luchas por la igualdad, mucho antes que las mexicanas.
En el movimiento sufragista nacido en Inglaterra en víspera de la Primera Guerra Mundial, la mayoría de las mujeres no procedían de las clases altas, sino que eran obreras que veían impotentes cómo sus protestas pacíficas no servían para nada. Al radicalizar su lucha por conseguir la igualdad, se arriesgaron a perderlo todo: trabajo, hogar, hijas e hijos y su vida.
Con esa fuerza y pasión las sufragistas del mundo reivindicaron la dignidad de las mujeres para ejercer el voto, paso crucial en un contexto internacional donde las ideas feministas y las demandas de justicia e igualdad ya tenían varias décadas de avance.
Con tal influencia, las sufragistas mexicanas fueron creciendo a lo largo de la primera mitad del Siglo XX, organizadas en grupos que difundían los derechos de las mujeres, enviaban peticiones al Congreso federal y a las legislaturas estatales y participaban en mítines políticos, manifestaciones, protestas y huelgas de hambre para hacer valer sus garantías.
Entre las sufragistas que hicieron posible nuestro derecho al voto, están mujeres como Laureana Wright, la primera que planteó el sufragio femenino en la revista Violetas de Anáhuac, a finales del Siglo XIX; Hermila Galindo, la primera que solicitó al Congreso Constituyente garantizar la participación de las mujeres en la política; Elvia Carrillo Puerto, Beatriz Peniche y Raquel Dzib, las primeras que se postularon para diputadas locales y fueron electas por el voto popular en Yucatán; pero el asesinato del gobernador Felipe Carrillo Puerto frenó que ejercieran el cargo; Margarita Robles, conocida como la ‘mujer sándwich’, al participar en mítines portando carteles colgados en su cuerpo a favor del voto de la mujer; María Esther Talamantes, Amalia González Caballero, María Ríos Cárdenas y Esther Chapa, quienes formaron la Alianza de Mujeres Mexicanas y presionaron al presidente Adolfo Ruiz Cortines para enviar las iniciativa de reforma constitucional en materia del voto femenino.
Este jueves 17 de octubre rindamos homenaje a la lucha de las sufragistas mexicanas y reconozcamos a las mujeres de las causas feministas que lideran políticas públicas con perspectiva de equidad de género.
Gracias a las sufragistas vivimos un momento estelar, donde la responsabilidad de la presidenta Claudia Sheinbaum Pardo y de todas las mujeres será titánica, ya que falta garantizar el derecho a vivir una vida libre de violencia y hacer realidad el lema “por el bien de México, primero las pobres”, primordialmente las mujeres campesinas e indígenas en sus derechos a la tierra que trabajan y a los alimentos que producen.