Por Lupita Rodríguez Martínez
Monterrey.- Los ideales de lucha revolucionaria del Gral. Emiliano Zapata Salazar deben reivindicarse, más allá de que se haya declarado este 2019 como el “Año del Caudillo del Sur”, para conmemorar el centenario luctuoso por su asesinato cometido un 10 de abril de 1919 y así rendirle homenaje.
Para reivindicar al general del Ejército Libertador del Sur se requiere cumplir sus demandas de justicia social, de tierra y libertad, de igualdad y democracia, así como de respeto a las comunidades indígenas, campesinas y obreras contenidas en el Plan de Ayala, conocido también como el Plan Libertador, elaborado por maestros rurales encabezados por el profesor y general Otilio Montaño, el cual se mantendrá vigente tal y como los proclamó Zapata un 28 de noviembre de 1911, hasta que los campesinos -dueños originales de sus parcelas tras la reforma agraria-, dejen de estar sujetos a los poderes de latifundistas, terratenientes y contrarrevolucionarios.
¡Zapata vive! y seguirá siendo el símbolo de la resistencia campesina en México mientras persista el abandono del campo, agravado en los últimos 38 años de gobiernos neoliberales no sólo por la falta de apoyos para cultivar la tierra, sino por la carencia de semillas de alta calidad, de sistemas óptimos de riego, de maquinaria y equipo agrícola, de tecnología productiva y de asesoría técnica y financiera para la comercialización y venta de las cosechas.
También por la falta de educación en las escuelas multigrado del sector rural, que en su gran mayoría lucen desoladas debido a que maestras y maestros no cuentan con el respaldo pedagógico necesario, ya que su formación profesional no fue para ese contexto socio-cultural, así como por la falta de servicios de salud por parte de médicos, medicamentos y clínicas, ya que cuando hay personal médico son estudiantes de Medicina prestando su servicio social de la Universidad, pues al campo no mandan a especialistas en Pediatría, Ginecología, Traumatología, etc. etc.
Por no atender las condiciones mínimas de alimentación, educación, salud, trabajo, vivienda, seguridad y desarrollo, México se convirtió en un Estado fallido, como fallida ha sido la atención a las demandas de los pueblos indígenas y comunidades campesinas a lo largo de cien años. Sin embargo, el triunfo de Andrés Manuel López Obrador revivió la confianza y las proclamas zapatistas se atiende ya no con programas asistenciales, sino con políticas públicas y programas sociales cuyas estrategias estánestructuradas para ir al fondo de los problemas del campo, buscando solucionarlos de manera integral y de zanjar las brechas históricas de pobreza y desigualdad.
La esperanza es que ahora sí la corrupción sea combatida frontalmente y que los recursos para el campo no se queden en la burocracia. Solamente así se podrá iniciar la transformación revolucionaria de nuestra sociedad en condiciones más justas e igualitarias, con oportunidades y posibilidades para todos, especialmente para la población más humilde, al poner en práctica el criterio de que por el bien de todos ¡primero los pobres!
En un país con 53.4 millones de habitantes en la pobreza y 9.4 millones en pobreza extrema de una población de casi 130 millones, urge rescatar al campo para recuperar la autosuficiencia alimentaria y para ello se necesita sacar adelante las estrategias de gobierno para sembrar un millón de hectáreas de árboles frutales y maderables; de regenerar a las comunidades agrícolas y reactivar la economía local de 19 Estados; de otorgar subsidios directos, apoyos y créditos a la agricultura de auto-consumo; de incluir cultivos del ciclo corto en las milpas, como frijol y calabaza; así como de implementar los precios de garantía básicos para el maíz, frijol, leche, arroz y trigo y, de reducir las importaciones de maíz norteamericano, pues no es posible que México, la ‘Tierra del Maíz’, importe 14 millones de toneladas al año.
Aparte de reconstruir el mercado interno y las cadenas productivas que los gobiernos neoliberales destruyeron, es necesario poner fin al Modelo Neoliberal y reiniciar el Estado de Bienestar que ofrezca educación pública, laica y gratuita a todos los mexicanos desde la educación temprana hasta la universidad, así como universalizar el derecho a la salud para toda la población, garantizando médicos, medicamentos y clínicas gratuitas. Además, que brinde programas sociales de apoyo y becas para todas las mujeres, jóvenes y personas adultas del sector campesino, todo ello en memoria del legado de lucha armada del ‘Caudillo del Sur’ por la justicia social.
Bien dice la letra de la canción “Zapata no murió en Chinameca, aún cabalga por las montañas del sur en su caballo blanco…”, pues hoy sus ideales son la fuerza para debatir en la lucha contra el imperialismo capitalista, contra el colonialismo y también contra el neocolonialismo.
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