Una tragedia casi olvidada

 

Lupita Rodríguez Martínez

 

En la mañana del 20 de noviembre de 1971, los habitantes de Monterrey se preparaban para festejar un aniversario más del estallido de la Revolución de 1910, con el desfile cívico-deportivo-militar. Pero, en palabras de Esteban Ovalle –quien laboró en la Compañía Fundidora de Fierro y Acero hasta su cierre y quiebra inducida de 1986–, escritas en el libro Mártires de Fundidora. Crónica de una tragedia casi olvidada, esto fue lo que ocurrió:

 

“Eran alrededor de las 6:50 horas, cuando por un ingrato e involuntario accidente, una olla que transportaba 275 toneladas de hierro fundido, derramó aproximadamente 25 toneladas de su ígneo caldo mortal a una temperatura de 1,590 centígrados frente al Horno Número 4 del Departamento de Aceración. Esa terrible cascada de hierro fundido bañó de muerte a 17 inocentes víctimas; quince murieron en el acto”.

 

La historia de Monterrey no se explica sin sus fábricas, ni sus obreros. No es la historia de unos cuantos pioneros de Fundidora, el símbolo industrial de Nuevo León a pesar de su cierre y de su cambio de giro hace ya 32 años. Por ello, nunca debemos olvidar que fue el factor de cambio y transformación a partir de 1900 y a lo largo de 86 años detonó el desarrollo industrial, forjó la vocación empresarial y el carácter obrero de esta tierra.

 

El trabajo en Fundidora para producir toneladas de fierro y de acero, también produjo el orgullo de ser la pionera de la industrialización del norte de México y de América Latina. La Maestranza arraigó la cultura del trabajo y de la productividad, pero también provocó nuevas formas en la organización del trabajo, en las relaciones laborales y en la formación del proletariado.

 

El sentido del barrio obrero, de identificación y pertenencia se impregnó en las colonias Acero, Obrera, Madero, Fabriles, Fierro, Martínez, Caracol, Nuevo Repueblo, Buenos Aires, Adolfo Prieto e Ideal, así como en el centro de Monterrey y sus alrededores. Pero, lo más importante ocurrió adentro de la fábrica, ya que la clase patronal se organizó en defensa de sus intereses, al mismo tiempo que la clase obrera se organizó en defensa de sus derechos sindicales de orden económico, político y social.

 

 

 

Tal lucha obrero-patronal se reflejaría en el texto de la Constitución Política Mexicana en materia laboral y en la Ley Federal del Trabajo para impedir el trabajo infantil como ocurría en los inicios de Fundidora.

 

A 32 años del cierre hoy por hoy no se han superado los impactos del desempleo en las familias de once mil trabajadores, el volumen de desocupación más alto en la historia industrial de México aquel día previo al Día de las Madres de 1986, ya que los mineros representaban el 1.5 por ciento de la población económicamente activa de Monterrey. Lo más grave son las “listas negras” de ex mineros de Fundidora que se generaron para negarles oportunidades de trabajo, prevaleciendo esta pugna obrero-patronal por la discriminación laboral sufrida a lo largo de los años.

 

Por tal razón, manifestamos nuestro apoyo al grupo de ex mineros de la Sección 67, que se mantienen en pie de lucha solicitando un espacio en el Parque Fundidora para conmemorar a sus compañeros caídos, con el fin de crear, construir y dedicar un Memorial a los Obreros de Fundidora de Monterrey, mediante el cual las nuevas generaciones nunca olviden la tragedia del 20 de noviembre de 1971 y conozcan la parte humana, laboral y colectiva de quiénes eran, cómo trabajaban y cómo vivían los obreros.

 

Es una solicitud justa y legítima de los ex mineros, quienes siguen luchando a pesar de su edad avanzada y de su situación de pobreza.

 

Aparte, como Grupo Legislativo del Partido del Trabajo exigimos que se cumpla el Decreto de Expropiación mediante el cual el gobierno federal donó a título gratuito las 280 hectáreas e instalaciones de Fundidora al gobierno estatal, con el propósito de convertirlo en un parque densamente forestado, un museo de sitio y un centro internacional de convenciones.

 

También poner alto a la privatización del parque público, toda vez que el afán privatizador se ha impuesto a través de hoteles, pistas de carreras, pistas de hielo, restaurantes, juegos mecánicos, renta de salones para eventos privados y, sobre todo, de multitudinarios y millonarios espectáculos.

 

Nuestra gratitud y solidaridad con los ex obreros de Fundidora, que siempre apoyaron y siguen apoyando los movimientos sociales, urbano-populares, estudiantiles, sindicales y democráticos.

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